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Covid 19, genes, genomas y algo más


César Paz-y-Miño


Desde el aparecimiento de este nuevo virus la humanidad está en jaque. La pandemia es un problema real de salud pública que rebasa muchos ámbitos: social, económico, político, psicológico y más. A pocos días de la identificación del virus, aparecieron las primeras dudas respecto a si es un virus nuevo o fue creado en un laboratorio para una guerra biológica; sin embargo, las evidencias científicas apuntan a que el origen es en los animales salvajes y que el humano fue contaminado. Esta es la teoría más aceptable basada en hechos científicos, a pesar de que, no se ubica hasta hoy el origen específico, se habla de murciélagos. Actualmente contamos con la ingeniería genética para manipular genomas de bacterias, de virus y de humanos, la técnica es la de edición genética (CRISPR Cas9), por tanto, existe la posibilidad de crear un virus nuevo, ya se creó un ADN artificial de bacteria, por lo que, la suposición de que el virus que produce el Covid-19 se creó en un laboratorio, se esparció mundialmente. Se dijo que, investigadores de otros países como Canadá y U.S.A lo habrían creado en un laboratorio en China y estos a su vez que fue creado por los chinos. Esta hipótesis fue cuestionada muy rápidamente por diferentes investigadores basados en las pruebas mostradas. La secuenciación inicial y rápida del total del genoma del virus, así como posteriores secuenciaciones en varios laboratorios del mundo, sirvieron para aclarar más esta duda, apuntaron a que era un miembro más de una gran familia de virus llamados coronavirus. Sin embargo, una importante revista de Virología publicó un análisis de genomas en el que, a partir de una secuencia del ARN y una proteína diferente a las comunes, no pertenecientes a la familia coronavirus aparecería modificada; por tanto, debemos confiar en los datos científicos y estos conducen a pensar que no fue manipulado. En este sentido prefiero pensar en el manejo ético del tema, pese a que, históricamente el poder geopolítico no lo ha mostrado. El virus se ha extendido en el planeta por lo que se convirtió en una pandemia. Las infecciones en general y las epidemias o pandemias, por principio de adaptación de las especies existieron y existirán. Los microorganismos tratan de sobrevivir también y pasan de una especie a otra, este virus lo hizo y es otro ejemplo más; al ser nuevo, invade a los nuevos huéspedes, tratará de diezmarlos, de expandirse y sobrevivir. Desde el punto de vista del virus es lo que debe hacer a toda costa y no le importa si aniquila o no. Para adaptarse el virus muta. Ya se han descrito al menos 17 mutaciones del ARN (material genético del virus), lo que hace que además escape a las defensas inmunológicas con las que cuentan los organismos huéspedes para su defensa. El sistema inmune es genéticamente determinado y empieza a actuar frente a una infección. El virus atacará a muchas personas pero no podrá con todos, la resistencia natural congénita no lo permitirá. Al producirse una nueva enfermedad no conocemos cifras exactas, pero ya aparecen luces. Un 80% de infectados tienen síntomas leves y otro grupo son asintomáticos. Un 10% de individuos infectados tiene síntomas graves y entre un 3 a 8% son casos mortales. La secuencia genética del virus reveló que al menos existen dos variantes de este virus, que pese a pertenecer a la misma familia producen síntomas más o menos agresivos. Por tanto, el desenlace sintomatológico y de pronóstico dependen de dos factores claves: la base genética del individuo y la variante genética del virus. El peor escenario sería la variante de virus más agresivo en un individuo con base genética de susceptibilidad mayor. La secuenciación del genoma del virus ecuatoriano muestra que el virus es similar a la cepa China y que migró vía Holanda. La genética de las poblaciones también influye, pasa similar a lo que con otras infecciones, esto significa que, habrá etnias que se contagien más y otras menos. Parecería según los datos recientes que la población de origen caucasoide y asiático son más afectados. Asimismo, se ha detectado que los hombres tienen mayor afectación que las mujeres, fenómeno explicable por la diferencia en la base genética, que determina que los hombres tengan unas proteínas celulares (receptores de membrana) que los hacen más vulnerables y facilitan la entrada de este virus. Estos mismos receptores de membrana provocan más lasitud a los hipertensos y diabéticos. No conocemos aún sobre los enfermos ecuatorianos y su origen étnico, pero debemos evaluarlos para incluso saber en dónde apuntar más fuerte con las medidas preventivas. Este nuevo coronavirus despierta también polémicas más básicas. Hay quienes discuten muy acaloradamente si el virus debe llamarse Coronavirus 19, Covid 19 (Coronavirus Disease 2019) o simplemente SARS CoV2 (Síndrome Respiratorio Agudo Grave). Al parecer no es muy trascendental esto, pero resulta que, si somos fieles a la clasificación filogenética y a los datos genómicos actuales, deberíamos llamarlo SARS CoV2. Históricamente quedará como el Covid-19, al fin y al cabo la pandemia existe y popularmente ya se la conoce así. El virus es pandémico, es mundial y las consecuencias son para todos. La economía está siendo gravemente afectada por la paralización de muchas actividades, las relaciones internacionales han cambiado; las experiencias de unos están sirviendo a otros y los más desconfiados se van entregando a la toma de decisiones basadas en los datos científicos. Las medidas de control correctas, demostradas por la experiencia y sugeridas por todos los países y la OMS, son el aislamiento social obligatorio y la higiene frecuente. La humanidad es muy imprudente, existen individuos a quienes no les interesa la solidaridad promovida por la salud pública y otro grupo que su precaria condición económica y social no se los permite; estos grupos se convierten en potenciales contagiados y contaminadores, de ahí la imperativa necesidad de aislarse. Por otro lado, es interesante observar que, la paralización de la mayoría de las actividades en el mundo, ha permitido que la naturaleza se recupere, se ha visto descontaminación del agua y del aire, algunas especies recuperando sus territorios, la capa de ozono mejoró, el medio ambiente intenta darnos el mensaje de que con poco podemos lograr un mejor equilibrio. Esta pandemia debería dejarnos una buena lección, mostró lo vulnerables que somos, que debemos ser más humanos, más solidarios, que hay factores como la salud que deben estar por encima de la economía, ojalá que el mensaje llegue también a quienes manejan los intereses financieros en el mundo. La crisis mundial por el coronavirus generó que se reorganicen las finanzas públicas y privadas. Los Estados y sus gobiernos tuvieron que tomar medidas más o menos fuertes a favor de la mayoría de las personas, así que, este coronavirus también evidenció algo que el sistema neoliberal mundial no quería aceptar y es, la necesidad de fortalecer al Estado en todo lo que son servicios públicos, fortalecer los sistemas de salud, educación y promover la investigación. En el Ecuador el impacto de esta pandemia ha sido muy fuerte. Si la infraestructura de salud de cualquier país del primer mundo colapsa frente a una enfermedad como ésta, en el país ocurre lo mismo, vemos hospitales abarrotados, escasez de ambulancias, falta de provisión de insumos médicos, personas que innecesariamente solicitan se les realice las pruebas de diagnóstico, presión social de los sectores más empobrecidos, descoordinación en alguna acciones, sectores que no pueden guardar aislamiento porque su subsistencia vital depende su trabajo diario, todos estos factores ponen en evidencia una crisis importante, ante la cual, el gobierno debería dar prioridad a la asistencia social y coordinar acciones que, superada de alguna manera la crisis inmediata, permita a la población en general salir adelante. Debemos hacer conciencia de la importancia de contar con un sistema de salud universal, que la condición económica de un ciudadano no defina si vive o muere. Los recursos del Estado deben reorientarse hacia los pilares que hacen grande a una sociedad, a un país, como lo son la educación, la salud, la investigación. Hoy el gobierno tiene el reto de atender la emergencia originada por esta pandemia, pero sin olvidar que el país ya tiene otros problemas de salud complejos, que no pueden ser desatendidos para que no resurjan o se agudicen: el dengue, la malaria, la tuberculosis, la influenza, enfermedades crónicas ya existentes. Las pruebas de genética molecular que se dispone para el diagnóstico son altamente sensibles y específicas, aunque se cuenta con pruebas de uso masivo que apoyarían a un país con recursos económicos limitados. Luego del diagnóstico, las herramientas terapéuticas aún no son suficientemente probadas, por lo que, los protocolos de tratamiento están siendo aplicados basados en la experiencia. Al existir ensayos clínicos bien diseñados, solo se cuenta con datos de la práctica asistencial. Se ha probado de todo: retrovirales, antimaláricos, corticoides, y más, pero la verdad es que no existe un tratamiento específico exitoso y generalizado. Nos toca esperar la inmunidad natural, la resistencia o susceptibilidad genética de las personas, la virulencia menor o mayor del virus para conocer con certeza el estado final de la pandemia. Es algo duro y preocupante, pero es real. Si todo sale bien en las investigaciones que se han diseñado para buscar una vacuna, en un año al menos, lograremos detener esta pandemia. Pero los virus se escabullen y mutan por lo que las vacunas podrían ser útiles por un tiempo y luego habrá que reforzarlas. La pandemia crece en forma exponencial, el virus es muy contagioso y tal vez esta es la pandemia que los científicos sabían que la humanidad estaba esperando. Al virus hay que ganarle planificando estrategias sociales y científicas. Debemos adelantarnos al virus y sus efectos, debemos investigar su esencia y la realidad del huésped. Tener mejores planes de contingencia y mitigación del daño. Las consecuencias serán fuertes y penosas. Quizá la humanidad saque de esta tragedia mundial enseñanzas de colaboración científica, mejor distribución y uso de la riqueza, solidaridad social y equidad en salud.

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