La Ciencia detrás de algunos mitos. César Paz-y-Miño. El Comercio. Conexiones
La ciencia detrás de algunos mitos. César Paz-y-Miño. Academia Ecuatoriana de Medicina y Genomics Lab. El Comercio. Conexiones.
Salem, Estados Unidos, la cuna del Día de brujas, es una localidad interesante por donde, a finales de octubre, circulan disfrazados y sus casas son adornadas con temática de la muerte: calaveras, fantasmas, calabazas y, por supuesto, brujas. El Halloween, tiene su origen celta, que al ser muy supersticiosos, pensaban que los muertos regresaban en la noche y les pedían alimentos como pago por regresar, y para contrarrestar a la muerte, dejaban dulces y comida en las puertas de las casas, pero adicionalmente se vestían con disfraces macabros, diabólicos o de brujas y duendes para ahuyentar a la muerte. Estados Unidos adoptó como suya esa tradición en el siglo XIX.. Algo similar pero con otro contenido, ocurre en varios lugares de México, uno de ellos San Miguel de Allende que inspiró la película Coco. En Ecuador las guaguas de pan y la colada morada, son recordatorio de los muertos. En el fondo de estas celebraciones está el contenido mítico: la vida del más allá, el miedo a lo desconocido.
Los mitos han perseguido a la humanidad desde su inicio mismo y se han alimentado ante la falta de explicaciones racionales, es decir, de conocimiento científico. Las religiones han jugado un papel trascendente en el mantenimiento de los mitos. El miedo, de alguna manera, sirve al poder o a la tradición.
Hay tres clases de personas en relación al mito y la explicación científica del mundo. Quienes creen solo en la ciencia como verdad y la manejan; otros que sin saber la ciencia a profundidad, la reconocen en su vida cotidiana; y, aquellos que definitivamente no creen en la ciencia sino en una mezcla de practicidad y utilitarismo de los avances pero continúan aferrados a mitos. Los dos primeros tipos de personas están abiertos a los descubrimientos y explicaciones naturales; pero con el último es muy complicado porque el mito o lo sobrenatural anula la discusión. La fe acaba con la posibilidad de conocer.
Hay cientos de mitos, algunos más populares que otros. Salem se hizo famosa por la cacería de brujas en el siglo 15. Las mujeres que sufrían convulsiones, delirios y alucinaciones, “demostraban” estar poseídas por demonios y eran condenadas a ser quemadas hasta la muerte. Mezclado con rituales afros de vudú. A los científicos les interesó este fenómeno y observaron que en muchas culturas se repetían estas manifestaciones “malditas”; indagaron en los sistemas de alimentación y encontraron que en los cereales, sobre todo el centeno, crece el hongo Claviceps purpurea o cornezuelo del centeno que intoxica a las personas y desata esos síntomas. En 1692 se condenó a muchas “brujas” y ya en 1703 los conocimientos científicos descartaron la brujería y se habló de intoxicaciones. Del hongo del cornezuelo de centeno ahora se extrae el LSD. Las brujas no existen.
Aparte de estos mitos a propósito del Día de muertos y el Día de brujas, hay otros frecuentes en la actualidad. Se dice que los alimentos orgánicos no contienen pesticidas y son más nutritivos; es verdad que tienen menos pesticidas pero no se libran de estos químicos que llegan a sus raíces por el fenómeno de escorrentía o filtrado desde lugares lejanos, y tampoco hay evidencia de que sean más nutritivos.
Un mito muy curioso asevera que las personas que piensan en sexo estornudan intensa y repetidamente por las “chispas de satanás”; sucede lo mismo al comer chocolate. Algo de verdad hay en el mito y la ciencia lo aclara. El sexo y el orgasmo podrían hacer estornudar a las personas. Los psicoanalistas freudianos llamaban a este fenómeno “neurosis refleja nasal”, pero hoy sabemos que el sistema nervioso parasimpático es el responsable al promuever, por medio de serotonina y dopamina, la dilatación venosa de clítoris y penes, pero también del tejido nasal que es muy similar, y frente a una situación de excitación, desencadena estornudos en menos del 20% de personas. En el caso del chocolate, este tiene feniletilamina que provoca estornudos en muchas personas.
Durante la pandemia hemos tenido mitos muy importantes y falsos: el virus fue creado en laboratorio, las vacunas son dañinas, en las vacunas inyectan chips y material genético para modificarnos, el dióxido de cloro y la ivermectina curan el Covid-19, la Covid es como una gripe, y así otros que reflejan el desconocimiento sobre el virus y su comportamiento. La ciencia ha roto estos mitos, aunque hay personas que aún los profesan.
El mito pegado a la religión se expresa en casi todas las culturas y generalmente está en contrapunto con las teorías científicas del origen del universo en el Big Bang y de la evolución de la vida y de las especies. Los terraplanistas tuvieron auge cuando la teoría de la evolución lo hacía al mismo tiempo en los años 1800. Los pronunciamientos anticiencia del ex Papa Ratzinger (2013) sobre “los abusos de una ciencia sin límites, más allá de ella misma” y la sujeción a la fe de los trabajos científicos, el reproche a la educación superior laica por los peligros de la “visión utilitarista de la educación” basada en la “mera capacitación técnica”. Todo esto entorpeció la presencia de la ciencia.
Las tensiones que origina el desarrollo científico frente a las creencias y mitos son más o menos intensas en cada sociedad y por cada tema que se analice. Hay muchos más mitos que deben ser destruidos o explicados de manera natural, no sobrenatural. La función última de la ciencia es descifrar esa verdad a partir del empirismo racional y ese es su aporte a la desmitificación de las sociedades.
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