Intereses, inequidad e injusticia detrás de la vacuna anti COVID-19
César Paz-y-Miño. Centro de Investigación Genética y Genómica, Universidad UTE
Desde el aparecimiento de la pandemia por COVID19 los científicos han procurado desarrollar métodos de control de la enfermedad, el principal y por ahora el más prometedor es la creación y producción de una vacuna, aunque nos hemos olvidado algo de los fármacos. De todos los ensayos que se han informado, 38 están en fase 1, 17 en fase 2, 12 en fase 3, 6 vacunas están aprobadas para uso limitado y temprano, pero ninguna aún aprobada para uso masivo y generalizado.
Las innumerables empresas (142) que están tras la carrera del hallazgo de una vacuna eficaz, segura y duradera, apuntan todas, a patentar su producto y por supuesto, ganar dinero. Esta sola premisa de obtener una vacuna que represente ganancia, hace que el acceso igualitario, justo, oportuno y equitativo para la humanidad esté en riesgo. La humanidad enfrenta una inequidad pavorosa, pero las propuestas de equidad se han centrado en números, más no en realidades de justicia o prioridades de justicia.
Una encuesta en 12 países (Brasil, Canadá, China, Ecuador, Francia, Alemania, India, Italia, México, Nigeria, Polonia, Rusia, Singapur, Sudáfrica, Corea del Sur, España, Suecia, Reino Unido y Estados Unidos) a 13.426 personas, mostró que el 71 por ciento de personas estarían dispuestas a inocularse la vacuna, 61 por ciento aceparían por exigencias de los empleadores. Los chinos estarían un 90 por ciento de acuerdo en usar la vacuna y los rusos solo un 55 por ciento. Las mujeres están más dispuestas a ponerse la vacuna, 53 por ciento frente a los varones 46 por ciento. Existe un 8 por ciento que están en desacuerdo en el uso de la vacuna.
Las acciones de algunas compañías productoras de vacunas subieron entre 2.800 por ciento hasta 3.800 por ciento, lo que da cuenta del gran negocio de producir vacunas, pero todas las 15 empresas que están en la carrera por la vacuna al menos han duplicado los valores de sus acciones. Las ventas de la vacuna podrían generar entre 10 mil a 35 mil millones de dólares. Incluso las más pequeñas empresas tendrían ingresos anuales por 2 mil millones. Las ganancias solo en ventas podrían calcularse con base en el precio de mercado que ha salido a la luz, es decir 2 a 5 dólares por dosis. Pero la cifra más impactante es que necesitamos al menos el 70 por ciento de la población vacunada para que la humanidad se proteja, por tanto, el mercado y negocio de las vacunas es abrumador.
Referirse al dinero y las ganancias probables de la vacuna nos enfrenta al tema de acceso, reparto, justicia y equidad de la vacuna. Se ha sugerido que trabajadores de la salud y las poblaciones de alto riesgo, como las personas mayores de 65 años, deben vacunarse primero. La OMS, además, sugiere que los países reciban dosis proporcionales a sus poblaciones. Pero las críticas a este esquema surgen de una posición más científica.
Una de las últimas propuestas basada en ciencia de evidencia y ética científica llamada Modelo de Prioridad Justa, plantea beneficiar a las personas y limitar el daño, priorizar a los desfavorecidos y proporcionar igual anti ansiedad moral a todos los individuos. Según esta visión las campañas de vacunación deberían apuntar a mitigar al menos las siguientes cuestiones: muerte y daño orgánico permanente, consecuencias indirectas para la salud como tensión y estrés en el sistema de salud, y por último la destrucción económica.
La nueva propuesta de reparto equitativo de las vacunas se aleja del criterio de equidad de la OMS y se centra en el cálculo de las muertes prematuras por CoVID19 que se determinarían en cada país calculando los años perdidos de vida esperada; la mejora económica general y el grado en que las personas se salvarían de la pobreza al tener acceso a la vacuna. Este último punto entraña una visión simplista de las relaciones sociales y económicas, pero al menos incluye este factor. Por otro lado se plantea que la vacuna debería priorizar inicialmente a los países con tasas de transmisión más altas, pero todos los países deberían recibir suficientes vacunas para detener la transmisión, esto es llegar al 70 por ciento.
El Ecuador anunció que invertiría 200 millones de dólares para las dos dosis de vacuna según el fabricante, a un precio referencial de 30 dólares por dosis, significaría que la vacuna llegaría a 3.4 millones de personas, es decir el 20 por ciento de la población. Aún se discute a quién irá primero y no se sabe qué pasará con el resto de personas. Adicionalmente, somos un país huérfano en investigación y dependiente del conocimiento y la tecnología, con lo cual el panorama se oscurece.
El tema central aquí es que los países con economías débiles y medias, tienen realidades demográficas diferentes y las campañas de vacunación propuestas por OMS podrían cubrir a menos población de riesgo, así por ejemplo, los países más ricos tienen más personal de salud per capita que los países más pobres; por lo que el número de cobertura de salud por vacuna será menor, y justamente la vacunación se necesita que llegue a mayor población. Por tanto, lo que se recomienda es limitar los daños, beneficiar a los desfavorecidos y reconocer la igual preocupación por todas las personas. Casi una utopía en los tiempos modernos.
La responsabilidad final de la vacuna es de los Estados, pero el peso geopolítico de éstos es desigual, fortaleciéndose el llamado Nacionalismo de la Vacuna, en que cada mandatario ha priorizado su nación sin fijarse casi, o solo de manera retórica, en la realidad mundial. Los gobiernos mundiales y la globalización no han priorizado la equidad y la justicia en salud, es improbable que lo hagan con la vacuna. Por otro lado y no menos importante está la pugna por hegemonía geopolítica de los gobiernos mundiales, en que se alaga a las investigaciones y vacunas “occidentales” (EEUU, UK, EU) y se cuestiona a las “orientales” (Rusia y China), el resto de países parecería que son prescindibles en la ciencia global.
Al ser una necesidad nueva la disponibilidad equitativa de la vacuna y ésta al ser aún una promesa científica, los estados deberían pagar el costo de los daños producidos por la vacuna o la no vacunación. Desde esta perspectiva, el fortalecimiento del Estado tiene un buen justificativo, al igual que las asociaciones internacionales para proteger la vacunación de los pueblos relegados. Que importante se siente ahora un organismo corporativo multinacional como UNASUR, la misma ONU, o la OMS para cuidar derechos, simplemente estamos desprotegidos.
Muchas aristas existen en la producción, reparto y acceso justo y equitativo a la vacuna. Esperemos que los gobiernos den pasos efectivos para proteger a sus pueblos y que la humanidad entera deje su individualismo en función de un logro común. Justo por eso hemos defendido el acceso libre a la vacuna y sus fórmulas, nos oponemos a la patente de la vacuna y a la libre fabricación y reparto, y abogamos por un consorcio internacional de equidad.
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