¿La mejor medicina para mejorar la salud mundial? Reducir la desigualdad
César Paz-y-Miño, investigador en Genética Médica, Facultad de Ciencias de la Salud “Eugenio Espejo” de la Universidad UTE
En su reciente artículo de julio 11 de 2023, la revista científica inglesa Nature, publica un interesantísimo editorial sobre cuál es la mejor medicina para optimizar la salud mundial, y su título define todo el artículo: reducir la desigualdad.
El artículo destaca la importancia de abordar la desigualdad económica y social como un factor clave en la mala salud en todo el mundo. Aunque se han establecido, al menos 17 objetivos ambiciosos, para mejorar la salud y el bienestar como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU (que datan del 2015), el progreso hacia estos objetivos se ha visto obstaculizado, entre otros factores, por la pandemia de COVID-19 y la persistente brecha socioeconómica que subyace en la salud pública.
El artículo argumenta que la buena salud no se debe solo a la biología, sino que también está influenciada por el medio ambiente, las oportunidades, la economía y la discriminación. La pandemia de COVID-19 ha expuesto, de manera descarnada, las disparidades generalizadas entre ricos y pobres en términos de resultados de salud, disponibilidad de tratamiento y distribución de medicamentos y vacunas. Sin embargo, la discusión pública sobre los determinantes sociales de la salud se ha desvanecido a medida que la pandemia ha disminuido.
Para abordar verdaderamente la salud y el bienestar mundiales, los gobiernos deben trabajar para reducir la desigualdad económica, no solo entre las naciones sino también dentro de ellas. Esto significa consolidar los fondos necesarios para proporcionar atención médica y reducir la pobreza, la discriminación y por ende la violencia que contribuyen a la mala salud.
Como ejemplos de la gravedad de la desigualdad y del impacto de los gastos prioritarios en salud están evidenciados en que los líderes mundiales al centrarse en la pandemia, disminuyeron el gasto en atención a la tuberculosis que bajó un 10 por ciento, de 6 mil millones de dólares en 2019 a 5.4 mil millones de dólares en 2021; durante el mismo período, las muertes por tuberculosis aumentaron de 1.4 millones a alrededor de 1.6 millones. Las muertes asociadas a la malaria aumentaron en un 12 por ciento, de 558.000 en 2019 a 627.000 en 2020. Las tasas de vacunación infantil contra la difteria, el tétanos y la tos ferina disminuyeron entre 2019 y 2021.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado un informe que establece una serie de medidas económicas, como la reforma de los impuestos a las personas ricas y las corporaciones multinacionales, y pide que se permita el alivio de la deuda para los países de bajos ingresos, aunque solo habla, durante las pandemias y los desastres naturales.
El artículo en mención, enfatiza que reducir la desigualdad económica y social es la mejor medicina para mejorar la salud mundial. Los objetivos de salud y bienestar de los Objetivos de Desarrollo Sostenible proporcionan una base para formular estrategias nacionales y asignar recursos para mejorar los resultados de salud y bienestar y contrarrestar las disparidades. Sin embargo, para lograr verdaderamente estos objetivos, los líderes mundiales deben adoptar las reformas económicas necesarias para reducir la desigualdad. Yo pregunto: ¿estarán dispuestos a hacerlo?
Además, el artículo señala que la pandemia de COVID-19 ha exacerbado la desigualdad y ha dejado al descubierto la falta de preparación de muchos países para enfrentar una crisis de salud global. Los sistemas de salud en muchos países se han visto abrumados por la demanda, y la falta de recursos ha dejado a muchas personas sin acceso a atención médica. Para abordar estas desigualdades, se necesitan medidas más amplias, como una mayor inversión en sistemas de salud, una mejor coordinación internacional y una mayor colaboración entre sectores. Pero pienso que en realidad lo que debe ocurrir es que se debe entender que la organización económica del mundo esta caduca y colapsa a la propia humanidad, o en lenguaje económico, desgasta la fuerza laboral, con inhumanas desigualdades.
Lo interesante para países como el Ecuador, que desearíamos que estos conceptos se apliquen, aunque se los esté presentando como “novedad” para los países de economías fuertes, es que de alguna manera, y al fin se apunta a resolver la desigualdad económica y social como una fórmula de mejorar la salud y el bienestar. Nuestros gobernantes deben adoptar medidas para reducir la pobreza, la discriminación y la violencia, y deben trabajar para mejorar los sistemas de salud y abordar las desigualdades en el acceso a la atención médica.
Reducir la desigualdad económica y social es la mejor medicina para mejorar la salud mundial, y los objetivos de salud y bienestar de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, aunque algo tibios desde mi perspectiva, proporcionan una guía para lograr esta meta.
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