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LA PINTURA, BAJO LA MIRADA DE LA GENÉTICA. Por César Paz-y-Miño, El Comercio, Semanario CONEXIONES.

César Paz-y-Miño. Academia Ecuatoriana de Medicina y Genomics Lab.

Todo empezó en la primera vista al Museo El Prado en Madrid, donde se puede apreciar un fascinante cuadro de la “Mujer Barbuda” (Magdalena Ventura con su marido), oleo pintado por José de Ribera en 1631. A los genetistas llama la atención una obra como ésta que representa una enfermedad en particular, en este caso la denominada “hirsutismo”, un crecimiento excesivo de vello en mujeres, en zonas del cuerpo en las que no suelen tenerlo. La enfermedad se produce por fallo en un gen específico que determina aumento de hormona masculina. Hay otros cuadros famosos que muestran hipertricosis; como el Retrato de Pedro González y su familia en el que se ve a dos de sus hijas con la misma característica.


En este museo se pueden ver muchas pinturas que representan enfermedades y son documento histórico también para la genética y evidencia del interés de las sociedades por dejar constancia de los problemas y enfermedades que aquejaban a su población. De hecho, sin registros fotográficos, sin internet y sin intercambio global de la información, estos cuadros de pintores clásicos, fascinan.


El Prado exhibe a “la Monstrua Vestida” y a la “Monstrua Desnuda” que plasman a la niña Eugenia Martínez Vallejo; óleos enormes del pintor Juan Carreño de Miranda, de 1680. Hoy sabemos que padecía el “Síndrome de Prader Willi”, una obesidad mórbida con retardo mental, producto de un fallo en el cromosoma 15. Entre las más famosas obras que alberga el museo, está “Las Meninas”, la familia de Felipe IV, de Diego Velázquez que data de 1656. Es muy llamativa Mari Bárbola, que tenía un enanismo acondroplásico, enfermedad genética de los cartílagos; también se observa a Nicolasito Pertusato, quien padece el llamado enanismo hipofisiario, que hace lucir al hombre como un niño normal. Del mismo pintor, el “Niño de Vallecas” muestra hipotiroidismo congénito y el “Bufón el Primo” retrata una acondroplasia.


En todas las culturas y épocas se han representado los problemas genéticos. El propio Salvador Dalí pintó una espléndida obra en honor al ADN, la “Escalera de Jacob”, concebida en 1953. Siendo este un tema de persistente preocupación del artista, se puede remitir a su “Galacidalacidesoxiribunucleicacid” o al “Gran Masturbador”, para comprobarlo.


La pintura anónima de “Mary Sabina”, de 1793, que reposa en el museo de Londres, muestra una rara enfermedad por la que la piel es negra con moteados blancos, llamada piebaldismo, producida por mutación del gen KIT del cromosoma 4, y que asemeja la piel mezclada de una vaca blanco-negro o de un perro de raza dálmata.


Sobre el histórico personaje Juana de Arco, se presume que padecía una rara enfermedad llamada Síndrome de Feminización Testicular, es decir, que ella nació con definición cromosómica como varón XY pero, por una mutación de los genes de los receptores celulares a la hormona masculina, y pese a tener testículos, aunque dentro de su abdomen, la hormona no hizo efecto en el cuerpo y su físico desarrolló hacia una mujer. Se la describe como una “mujer” muy grande y fortachona, y así la muestra la ilustración de “Juana a caballo” en “Les vies des femmes célèbres” de Antoine Dufour, de 1504, en el museo de Thomas Dobrée, en la ciudad de Nantes, Francia.


Otra evidencia genética famosa es el Síndrome de Proteus, asignado a Joseph Carey Merrick, conocido como el hombre elefante, quien padecía una enfermedad congénita con crecimiento excesivo de la piel, daños óseos y tumores, producto de la falla de un gen del cromosoma 14. Su fotografía apareció en 1889 en el British Mecial Journal.


La lista es grande y cada museo es un buen desafío para descubrir estas obras maravillosas: Goya con la “Madre infante deforme”, Lam Qua con sus cuadros sobre cáncer, el albinismo en “Chica desnuda sobre pieles” de Otto Dix, la Picnodisostosis en el autorretrato de Toulouse Lautrec, “La transfiguración” de Rafael, el “Autorretrato de seis dedos” de Marc Chagall, Oswaldo Guayasamín sobre los efectos de la bomba atómica y otros ilustres como Cezanne, Durer, Ribera, Dufor, recogen en sus cuadros como personajes principales a enanos, ciegos, estrabismos, hipertricosis, piernas de sirena, sin dedos, enfermedades de la piel, labio fisurado, retardos mentales y más.


El arte rupestre y de la cerámica también nos traen representaciones fabulosas de los problemas genéticos: Síndrome de Down en la cultura Mochica hace 2700 años, Polidactilias en la cultura Manteña hace 2600 años, dos cabezas de la cultura Valdivia de hace 6500 años, enanos acondroplásicos en Egipto antiguo y el mismo Tutankamón hace 3 mil años, que se piensa tenía el Síndrome de Klinefelter, por su apariencia más femenina (caderas anchas, pectorales desarrollados) posiblemente por presencia de un cromosoma X extra (47,XXY).


El arte siempre ha estado ligado a la gente, es producto de la gente, y las obras plásticas son una manera impresionante de evidencia histórica o de denuncia, como el “Autorretrato de Premonición con el ojo arrancado”, del rumano Victor Brauner, pintado en 1930 y colgado en el Centro parisino Georges Pompidou.


NOTA: Las pinturas y figuras arqueológicas se las puede ver de manera amplia en los siguientes links

  1. https://docs.wixstatic.com/ugd/42af72_9e996eedd5944a20ba6fa482e70516cd.pdf

  2. https://docs.wixstatic.com/ugd/42af72_440c6064ae4b4d81ae6f77f353a967f0.pdf

  3. Problemas genéticos evidenciables en el arte y la arqueología. César Paz-y-Miño, et al. 2010. baja el PDF:


Publicación original en EL COMERCIO, Semanario CONEXIONES, Domingo 14 de Agosto, 2022. Quito

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