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Los genes elaboran su propio pentagrama

César Paz-y-Miño

La secuencia del material genético, el ADN, ha sido relacionada con variadas expresiones de toda naturaleza: con matemáticas, calendario maya, distancias astronómicas y más. La secuencia de las 3 000 millones de letras químicas de la vida también ha sido relacionada a la música. No solo se ha trasladado el lenguaje químico del ADN a una partitura pentafónica, sino que se han hecho varias clasificaciones de enfermedades con base en criterios musicales y sus movimientos.


El genetista Susumo Ohno y su esposa, la cantante lírica Midori Aoyama, publicaron en 1986 un artículo en el que trasladaron al pentagrama la secuencia química de algunos genes, con la finalidad de musicalizarlos y utilizar esos conocimientos para fines científico-médicos.


En los 23 000 genes humanos hay zonas del ADN que se repiten, cambian, se trasladan, evolucionan, se pausan, se acrecientan sus productos. Entendido así el genoma humano se lo puede transferir a la música, que de igual manera tiene repeticiones, cambios, etc. y hacer un símil con las notas musicales.


Asignando una nota musical a cada letra química de la vida (Adenina, Timina, Guanina y Citosina), con tonos altos o bajos, fueron armados como una pieza musical, encontrando combinaciones increíbles. Ejecutada esa música, adquirieron sonido moléculas importantes en las personas: la enzima glicerol fosfato deshidrogenasa implicada en la degradación del glicerol, la lisozima, el colesterol y otras.


Cuando se escuchan las partituras originadas en secuencias genéticas, generan todo tipo de sensaciones. Algunas suenan melodiosas, otras estridentes; unas cual marchas fúnebres y están también las muy alegres. Pero los intentos de trasladar los genes a la música no se han quedado solo en las letras químicas de la vida; nucleótidos (secuencias de 3 letras químicas) o series completas de aminoácidos han sido también interpretadas.


Se ha utilizado la escala musical ampliada hasta 12 notas, con bemoles o sostenidos, o asignando a cada secuencia genética acordes específicos. Un ejemplo de música producida con base en las inmunoglobulinas, tan populares con la pandemia y las defensas biológicas, se puede escuchar en: https://www.youtube.com/watch?v=9Q1EkWtff2I.


Esta asociación musical entre genes y notas se aplica también a enfermedades, y se las descubre al comparar lecturas alteradas versus normales; los genes traducidos a sonidos. Una mutación de un gen produce una secuencia musical diferente, lo que significa que conociendo la partitura o la secuencia de los genes, se logra descubrir enfermedades.


Esto es real en el cáncer de próstata o enfermedades que presentan muchas repeticiones de un sector de un gen, como la Corea de Huntington o baile del sambito (enfermedad degenerativa del sistema nervioso motor), el síndrome de X frágil (un tipo de retardo mental) o las secuencias del virus VIH.


El uso investigativo y hedónico de musicalizar los genes se ha probado para diferenciar gemelos idénticos (monocigotos), en medicina forense, biología evolutiva y de parentescos de especies, en la interpretación de cambios genéticos por variaciones ambientales (epigenética).


La idea de musicalizar los genes se ha profundizado al punto de que algunos investigadores han “sonificado” los genes, aplicando algoritmos computacionales en los que cada aminoácido tiene un sonido; por tanto, la secuencia de aminoácidos que conforman una proteína tiene su propia partitura.


Los sonidos pueden identificar el inicio de un gen, su secuencia o su final. En realidad, el genoma completo sería como varias orquestas sinfónicas, con varios directores tocando coordinadamente una misma obra: un ser humano. Ejemplos de música en los genes y proteínas se encuentra en: http://algoart.com/music.htm.


Las graduaciones de intensidad del sonido: piano (débil), mezzo (medio), crescendo (creciendo), forte (fuerte), entre las básicas, han sido utilizadas para la clasificación del cáncer de pulmón de no fumadores (10 a 20% de casos de 2 millones de casos nuevos mundiales), que tienen un abrupto inicio de la enfermedad y que son casos ­complejos en medicina.


La clasificación reconoce grados desde el inicio del cáncer pulmonar. Estudiado el genoma completo de 300 individuos, analizado sus hábitos, exposición a agentes tóxicos, variantes genéticas comunes y raras, etc., se delinearon firmas genéticas propias de cada estadio del cáncer y de sus células genéticamente alteradas, observándose al menos tres tipos.

El tipo “piano”, con menor cantidad de mutaciones genéticas, que involucran a muchos grupos celulares, generación de nuevas células con crecimiento lento por años y de difícil tratamiento.


El tipo “mezzo-forte”, con cambios cromosómicos específicos y mutaciones del gen Factor de Crecimiento Epidérmico (EGFR), que determina crecimiento acelerado del cáncer.


El tipo “forte”, con presencia de toda la gama de cambios genéticos que acompañan a un cáncer agresivo. Los nombres musicales de los cambios genéticos son explicativos por sí mismos.


Muchos tipos de cánceres evidencian grados con cambios celulares particulares y progresivos, producto de mutaciones genéticas. Cada cáncer tiene sus propias firmas genéticas y melodías.


Finalmente, en esta asociación de genes con la música, se podrían recorrer los pasos en sentido contrario, es decir, poner a una obra musical el código genético que le corresponde, o cambiar al ritmo que nos guste más: rock, blues, reggae, etc. Lo cierto es que el genoma es tan pulcro y apasionante que tiene hasta su propia música.


 *Médico genetista. Miembro de la Academia Ecuatoriana de Medicina.


https://www.elcomercio.com/tendencias/cultura/genes-adn-elaboran-propio-pentagrama.html

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