Che Guevara: la revolución interior del genoma asmático
- Cesar Paz-y-Mino
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César Paz-y-Miño. Investigador en Genética y Genómica Médica. Universidad UTE. Para NOTIMERCIO

Ernesto “Che” Guevara (Argentina 1928), nació con un cuerpo que vivía su propia batalla. A los dos años fue diagnosticado con asma bronquial severa, una enfermedad que acompañó toda su vida y que, más allá de limitarlo, forjó su carácter, su voluntad y su destino histórico. Su biografía no puede entenderse sin considerar la predisposición genética que hacía de cada respiración un acto de resistencia y supervivencia.
El asma es una enfermedad poligénica y multifactorial, donde numerosos genes interactúan con factores ambientales. Entre los genes más implicados están: ADAM33, relacionado con la modelación bronquial; el ORMDL3, que aumenta la susceptibilidad en infantes; el FLG (filagrina), asociado a eczema; y los genes de las citoquinas (IL-4, IL-5 e IL-13), que participan en la respuesta alérgica explosiva de los linfocitos. Estas variantes no causan el asma por sí solas, pero predisponen a una hiperreactividad bronquial frente a estímulos como el polvo, humo, humedad o estrés.
El Che creció bajo esa vulnerabilidad genética. Las crisis respiratorias marcaron su vida, pero también despertaron una voluntad inflexible. Para desafiar a su cuerpo practicó deportes como el rugby y se impuso una disciplina rigurosa. Su existencia fue una constante rebeldía contra los límites biológicos.
La familia se trasladó a Alta Gracia, Córdoba, buscando un clima seco que aliviara sus bronquios. Allí se formó su conciencia social, al convivir con comunidades empobrecidas. Estudió medicina en la Universidad de Buenos Aires y se graduó en 1953, aunque comenzó sus estudios en 1948, los interrumpió temporalmente para viajar en 1950, en su célebre travesía por Sudamérica (incluida Guayaquil), relatada en Los diarios de motocicleta, que fue más que una aventura política: fue una odisea fisiológica de un cuerpo hipersensible enfrentado a alturas, fríos y polvo. Su carrera la completó cinco años después. Encontró en la lectura, en sus escritos y en la observación médica un refugio intelectual. Cada ataque asmático era una prueba de fuego que no detuvo su marcha.
En la guerrilla, el asma fue su enemigo íntimo. En la Sierra Maestra y en Bolivia, los ataques podían ser mortales. Se inyectaba adrenalina para continuar combatiendo, y sus compañeros debían ayudarlo a moverse durante las crisis. La falta de medicamentos agravó su condición y pudo haber influido en su debilidad física al momento de su captura y asesinato (1967).
La herencia del asma alcanza hasta el 60 % cuando ambos padres la padecen. Pero más allá del genoma, el Che heredó algo mayor: la capacidad de convertir la fragilidad en fuerza. La epigenética del esfuerzo, la interacción entre los genes y la experiencia, hizo que la enfermedad se transformara en símbolo de determinación.
Ernesto Guevara no fue solo un revolucionario político, fue un combatiente biológico. Su riña contra el asma, una dolencia genética común, se convirtió en símbolo de su lucha contra la opresión del sistema establecido, y que ha inspirado muchos seguidores. Cada inhalación era un acto de desafío. En su genoma y en su destino se unieron la biología y la historia, recordando que incluso los genes pueden participar en las revoluciones humanas.








