Juana de Arco y el misterio genético del coraje
- Cesar Paz-y-Mino
- 9 nov
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César Paz-y-Miño. Investigador en Genética y Genómica Médica. Universidad UTE. Para NOTIMERCIO

La Doncella de Orleans (1412-1431), desafió los límites del siglo XV. Campesina, analfabeta, visionaria y estratega, dirigió ejércitos, enfrentó a reyes y murió en la hoguera por herejía. Su figura mezcla convicción, política y misterio biológico. Ella ha sido sujeto de múltiples interpretaciones sobre su identidad de género, vestimenta, rol militar y destino. Entre las hipótesis modernas que intentan explicar su singularidad, una ha despertado especial curiosidad: la posibilidad de que padeciera el Síndrome de Insensibilidad Completa a los Andrógenos (SICA), también llamado síndrome de feminización testicular (SFT).
El SICA es una condición genética en individuos con cromosomas masculinos (XY) pero con un cuerpo femenino. El gen del receptor de andrógenos (AR), localizado en el cromosoma X, produce receptores que permiten al organismo responder a la testosterona. Cuando el gen muta, el cuerpo no responde a la señal hormonal y se desarrolla con apariencia femenina, pese a tener testículos internos y ausencia de útero o menstruación. La historia de Juana, que nunca reporta ciclos menstruales y examinada por médicos para verificar su virginidad, ha servido de base para esta hipótesis.
Los defensores de esta idea sostienen que su físico femenino grande, su voz grave y su fuerza inusual, corresponderían con un caso de intersexualidad. La ausencia documentada de menstruación en algunos relatos y su rechazo a los roles femeninos tradicionales, se interpretan como pistas biológicas. Sin embargo, no hay evidencia genética o anatómica que lo confirme. Ningún resto físico fue conservado tras su ejecución en 1431; sólo quedan descripciones fragmentarias y juicios eclesiásticos.
Las biografías más rigurosas, recuerdan que Juana vivió en condiciones de guerra, pobreza y ayuno, suficientes para causar amenorrea funcional (pérdida temporal del ciclo menstrual), sin necesidad de una causa genética. Su armadura y su vestimenta masculina, lejos de ser manifestaciones biológicas, pudieron ser simples herramientas de defensa y autoridad. Ella misma declaró: “Vestí como hombre porque era necesario para mi misión”.
Pese a eso, la hipótesis genética resulta fascinante. Si Juana hubiera sido portadora de una mutación en el gen AR, habría sido una mujer biológica sin ovarios, un espíritu femenino en un cuerpo cromosómicamente masculino. Su lucha, entonces, simbolizaría también la victoria de la identidad sobre la biología. En ese sentido, su historia anticipa los debates modernos sobre género, cuerpo y genética.
Juana no necesita una mutación para ser extraordinaria, ni existe un gen para eso. Su determinación, su inteligencia política y su capacidad de liderazgo bastaron para convertirla en una mártir. La genética nos invita a contemplar esta hipótesis, no como diagnóstico certero, sino como alusión al misterio genético que habita en la historia de cada individuo.
Quizás la grandeza de Juana no provino de un gen, sino de algo que la biología aún no sabe medir: la combinación entre convicción, diferencia y destino. Y si alguna vez sus cromosomas escondieron un secreto, ese secreto solo amplifica el mensaje que ella simbolizó: La valentía no tiene sexo ni frontera genética.









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