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La revolución genética en el cáncer de mama

  • Foto del escritor: Cesar Paz-y-Mino
    Cesar Paz-y-Mino
  • hace 13 minutos
  • 4 Min. de lectura

César Paz-y-Miño. Investigador en Genética y Genómica Médica. Universidad UTE. Para NOTIMERCIO


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La historia de los genes BRCA1 y BRCA2 es, al mismo tiempo, una acontecimiento científico y un retrato humano, de cómo la genética cambió la lucha contra el cáncer. En ellos convergen medio siglo de investigación, desventuras familiares y una revolución médica que abrió las puertas de la medicina de precisión.


Todo comenzó en los años setenta, cuando los genetistas, observaron que el cáncer de mama aparecía repetidamente en determinadas familias, con un patrón hereditario inconfundible. Durante casi dos décadas de rastreó genealógico y muestras de ADN se logró, en 1990, identificar la región responsable de esa predisposición: el gen BRCA1 (BReast CAncer gene 1). Cinco años más tarde, en 1995, un equipo internacional descubrió su contraparte el gen  BRCA2. Con estos hallazgos, la ciencia confirmaba por primera vez, que ciertos cánceres eran hereditarios y que podían prevenirse mediante la lectura del genoma.


BRCA1 y BRCA2 actúan como genes supresores de tumores. Su función normal es reparar roturas de la cadena del ADN, a través de procesos enzimáticos y químicos. Cuando una copia del gen está mutada, la célula pierde la capacidad de reparar el ADN con precisión, los errores se acumulan y el genoma se vuelve inestable. Esta inestabilidad es el primer paso hacia la transformación maligna. No son genes del cáncer, sino sus guardianes: cuando fallan, el cáncer encuentra la puerta abierta.


Las estadísticas globales confirman su impacto: las portadoras de mutaciones patogénicas en BRCA1 tienen entre 65% y 80% de riesgo de desarrollar cáncer de mama antes de los 70 años, y entre 40% y 60% de riesgo de cáncer de ovario. En el caso de BRCA2, los valores oscilan entre 45% y 70%. Además, los hombres portadores presentan mayor riesgo de cáncer de mama masculino, próstata y páncreas. Aproximadamente 5–10% de todos los cánceres de mama y hasta 15% de los hereditarios, se deben a mutaciones germinales en estos dos genes.


El descubrimiento de BRCA1 y BRCA2 fue trascendente médica y socialmente. A finales de los noventa, empresas biotecnológicas comenzaron a ofrecer pruebas genéticas comerciales, generando, debates éticos sobre la propiedad del ADN y el derecho a conocer o no el riesgo. En 2013, el caso de Angelina Jolie, quien reveló ser portadora de una mutación en BRCA1 y decidió someterse a una mastectomía preventiva, transformó la percepción pública del cáncer hereditario. Lo que antes era un secreto familiar, se volvió tema global. El llamado “efecto Jolie” multiplicó por tres, las solicitudes de pruebas genéticas en el mundo y marcó el inicio de una nueva era de medicina preventiva.


Más allá de las celebridades, la ciencia siguió avanzando. En los últimos 15 años, los BRCA dejaron de ser solo marcadores de riesgo, para convertirse en dianas terapéuticas. Las terapias con inhibidores de PARP (como olaparib o talazoparib) actúan aprovechando la debilidad de las células tumorales BRCA-mutadas: bloquean su reparación alterna del ADN y las conducen a la muerte. Esta estrategia convierte una desventaja genética, en un punto débil para la terapia dirigida, una demostración concreta del poder de la medicina de precisión.


En el Ecuador, nuestros estudios genéticos han revelado un panorama singular. Entre 2010 y 2025 se analizaron 94 genes y 284 variantes (SNPs) en ADN de 60 mujeres, mediante secuenciación de nueva generación (NGS). En este grupo, encontramos 79 variantes en 35 genes, en el 83% de mujeres. Las variantes patogénicas o probablemente patogénicas de BRCA1/2, mostraron frecuencias comparables a las poblaciones asiáticas, pero con mutaciones inéditas no descritas internacionalmente. Esto refleja la ancestría trihíbrida de la población ecuatoriana: nativoamericana, europea y afrodescendiente, que ha generado un perfil genético propio.


En la práctica clínica ecuatoriana, los genes BRCA aún son poco evaluados fuera de los grandes centros. El país registra más de 4.000 nuevos casos de cáncer de mama al año, con tasas de 38 casos por 100.000 mujeres y una mortalidad de 10,9 por 100.000. La mayoría se diagnostica en etapas avanzadas, lo que reduce las probabilidades de supervivencia. Si las pruebas de BRCA, se aplicaran de forma sistemática, permitirían identificar portadoras sanas y aplicar medidas preventivas: vigilancia con resonancia anual, quimioprevención o cirugía profiláctica, estrategias que reducen el riesgo hasta en 90%.


Los estudios de BRCA realizados en Ecuador también evidencian la necesidad de fortalecer la infraestructura genómica y el acceso equitativo a pruebas moleculares. En la actualidad, la mayoría de los análisis BRCA se realiza en laboratorios privados, y su costo los vuelve inaccesibles para gran parte de la población. La integración de estos estudios al sistema público, permitiría detectar familias de alto riesgo, ampliar el registro nacional y ofrecer asesoría genética especializada.


El interés en los BRCA trasciende el ámbito clínico. Desde la perspectiva social y ética, plantea dilemas sobre privacidad genética, discriminación laboral y autonomía reproductiva. Conocer el riesgo genético obliga a tomar decisiones difíciles: ¿realizar cirugías preventivas? ¿informar a hijos o hermanos portadores? ¿aceptar la ansiedad de vivir bajo la amenaza estadística de un cáncer posible? La genética, al ofrecer conocimiento, también entrega responsabilidades.


En el mundo, la historia de los BRCA es también la historia de miles de familias, que vieron repetirse el cáncer generación tras generación, hasta que una prueba genética rompió el ciclo. En países con sistemas de salud fuerte, los programas de detección temprana han reducido la mortalidad y permitido tratamientos menos agresivos. En América Latina y Ecuador, el desafío es democratizar esa posibilidad.


Los BRCA1 y BRCA2 son, en esencia, los centinelas del genoma. Cuando funcionan, preservan la integridad del ADN; cuando fallan, revelan las fisuras hereditarias que nos hacen vulnerables. Su descubrimiento transformó la visión del cáncer de un enemigo incierto a un fenómeno genético comprensible y prevenible. En Ecuador y en el mundo, comprender a BRCA1 y BRCA2 no es solo un avance científico: es una oportunidad para anticipar el futuro, salvar vidas y recordar que el conocimiento, cuando se comparte, también cura.

 

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Genética y Ciencia
César Paz-y-Miño
cesarpazymino.com
Quito - Ecuador
 
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