Los Incas y la herencia genética de la endogamia imperial.
- Cesar Paz-y-Mino
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César Paz-y-Miño. Investigador en Genética y Genómica Médica. Universidad UTE. Para NOTIMERCIO

En el Tahuantinsuyo, se asumía que el poder era mandato divino. La genética, sin saberlo, se volvió instrumento político. Los soberanos Incas, convencidos de descender del Sol, practicaron un sistema matrimonial cerrado: el cuzco endogámico. El Inca debía unirse con sus hermanas o parientes cercanas para preservar la “pureza” de sangre real. Desde la Biología, este mecanismo de legitimación fue también un experimento evolutivo de alto riesgo.
La endogamia repetida aumenta el coeficiente de consanguinidad, multiplicando la posibilidad de que genes recesivos, inofensivos en portadores sanos, se expresen en enfermedades. Cada generación concentra mutaciones ocultas, y con ellas surgen malformaciones, infertilidad y debilidad inmunológica. En términos genéticos, el Tahuantinsuyo fue un laboratorio natural de cómo, el aislamiento hereditario, reduce la diversidad y la capacidad adaptativa de un linaje.
Los estudios demuestran el aislamiento severo de estos grupos. Análisis de la divergencia genética en poblaciones incas del noroeste de Cusco, arrojan la cifra de 0,035, valor que denuncia movilidad extremadamente baja, equivalente a que solo siete individuos migraran por generación. Este aislamiento, autoimpuesto o geográfico, fue la regla biológica que gobernó al linaje sagrado.
Cronistas coloniales describen descendientes de los incas con rostros asimétricos, talla baja y fragilidad física, rasgos compatibles con síndromes recesivos o alteraciones del colágeno. También se mencionan infertilidad y muertes tempranas, posibles efectos de variantes en genes como CFTR, COL1A1 o HLA. En los Andes, donde la adaptación al frío, la altura y las infecciones era vital, la pérdida de diversidad genética significaba vulnerabilidad biológica.
Esta huella genética se puede rastrear hoy en pueblos del Ecuador. El análisis de consanguinidad y antecedentes patológicos familiares (APF) por regiones, muestra una distribución desigual: la Sierra presenta los valores más altos (1.831 casos de consanguinidad y 5.298 de APF), seguida de la Costa (1.305 y 4.213) y la Amazonía (367 y 1.142). Este patrón sugiere que las poblaciones serranas, históricamente aisladas por la geografía y el sistema de haciendas cerradas, mantienen mayor concentración de alelos recesivos y enfermedades hereditarias. La Amazonía, aunque con menor densidad poblacional, conserva su propia endogamia por comunidades pequeñas y endogrupos familiares.
Las prácticas endogámicas del pasado no desaparecieron del todo, persisten de forma cultural y demográfica. La consanguinidad aumenta el riesgo de enfermedades recesivas: como fibrosis quística, distrofias musculares o anemias hereditarias y, los altos índices de APF evidencian transmisión de trastornos metabólicos o neurológicos.
La biología confirma datos históricos y las estadísticas demuestran que la pureza de sangre, idealizada por los Incas y repetida en diversas culturas, es un factor de vulnerabilidad genética. Ninguna civilización, puede desafiar las leyes biológicas y genéticas sin pagar consecuencias. La pureza convertida en dogma, terminó generando mutaciones peligrosas, y su herencia aún se evidencia en los genes de algunos descendientes andinos.