Lo que la genética NO puede explicar sobre Adolfo Hitler
- Cesar Paz-y-Mino
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César Paz-y-Miño. Investigador en Genética y Genómica Médica. Universidad UTE Para NOTIMERCIO.
Circulan estudios sensacionalistas, que aseguran descifrar el perfil biosociológico de Adolf Hitler, mediante aparentes análisis de ADN. Estas versiones afirman el encuentro de mutaciones compatibles con síndrome de Kallmann (trastorno congénito que combina hipogonadismo y anosmia por ausencia de neuronas gonadales y olfatorias), altos puntajes genéticos de riesgo psiquiátrico y rasgos endocrinos anómalos. Sin embargo, la autenticidad de la muestra proveniente del búnker de Berlín, no está verificada y ningún laboratorio independiente ha confirmado que esos restos correspondan realmente a Hitler. Por tanto según el análisis histórico-médico documentado, estas conclusiones carecen de bases sólidas.
Los puntajes poligénicos para autismo, esquizofrenia o bipolaridad tampoco permiten inferir nada sobre un individuo concreto: son cálculos estadísticos y no determinan conducta ni moralidad. La Genética moderna rechaza la idea de un “gen del mal” o de predisposición hacia la crueldad política o ensañamiento contra grupos humanos.
La única condición médicamente sustentada en historial médico es el Parkinson progresivo, visible en filmaciones y testimonios que explican el temblor de reposo, postura encorvada, disminución de movimientos y escasez de expresión facial. Varios genes se asocian al daño de las neuronas en el cerebro de afectados: SNCA y LRRK2 que favorecen la acumulación de proteínas tóxicas; PARK2, PINK1 y DJ-1 que dificultan la limpieza y reparación por las mitocondrias, y los GBA que afectan la capacidad celular para degradar los desechos metabólicos. La enfermedad de Parkinson es mayoritariamente esporádica y no explica decisiones políticas ni ideológicas.
En algún momento también se postuló que Hitler, padecía de neurosífilis, pero pronto se descartó, ya que no se encontró característicos o pruebas serológicas específicas. De todas maneras, ninguna de las patologías anotadas se vincula con genocidios, ideología o planificación intencionada de aniquilación.
Medicalizar o genetizar al fascismo, al nazismo, al neofascismo o al comportamiento de Hitler, genera un problema ético serio. Estigmatiza a personas que si viven con enfermedades reales, asociándolas injustamente con atrocidades; y lo trascendente, tratar de diluir la responsabilidad moral, humana y política de estas tendencias, al apuntar a que sus líderes actúan bajo una patología biológica. Los exterminios no fueron ni son producto de una mutación ni trastorno endocrino, sino de una corriente racista, de estructuras estatales, propaganda, subordinación social y decisiones deliberadas orientadas a la destrucción de pueblos.
La Genética es una herramienta poderosa cuando se utiliza con rigor, pero no puede reducirse la complejidad histórica a un diagnóstico. Las secuencias de ADN no explican el autoritarismo, la discriminación, la supuesta superioridad, ni la liquidación sistemática; esas realidades surgen de ideas pasicopatiformes, estructuras y voluntades humanas. La ciencia en general y la Genética en particular, deben servir para defender la dignidad, desmontar prejuicios biológicos y recordar que los crímenes contra la humanidad son obra de personas y sistemas, no del genoma.










